La bandera chilena, que se aprecia en la foto, es utilizada con orgullo en ocasiones especiales como actos de inauguración en los colegios, actos cívicos de carácter oficial, homenajes a los héroes de la patria y sobretodo en las Fiestas Patrias. Siempre al frente va la bandera, hermosa como el país al que representa.
Sus tres colores, rojo, azul y blanco, nos repiten incesantes la historia del pasado y de las glorias de la naturaleza que Chile posee; blancas montañas y un cielo que por su belleza es la admiración de todos cuanto lo visitan.
Flameando orgullosa en alto mástil o colgada sencillamente en las ventanas de las casas, nos despierta sentimientos de profundo respeto y cariño. ¡Qué acertado fue el pensamiento del que la diseñó!
El color rojo mantiene vivo el recuerdo de los ilustres ciudadanos cuyo amor a la libertad les inspiró a luchar hasta la muerte por legar a sus futuros compatriotas el derecho de gobernarse a sí mismos y no vivir bajo un yugo esclavizante. El azul habla de la pureza del cielo que se extiende sobre tan largo país, y en él brilla la estrella, emblema de la República en su calidad de unitaria. Finalmente el color blanco refleja la majestuosidad de la nevada cordillera.
Quizás muchos no hayan pensado que la bandera de Chile nos presenta también un mensaje de salvación.
El azul nos hace pensar en el cielo adonde todos deseamos llegar, el cielo desde donde Jesús bajó para ser nuestro Salvador. "Yo he descendido del cielo," dijo Él, y poco antes de volver allá, añadió: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí."
¡De cuántos campos de batalla no pensamos cuando nuestra mirada se detiene en el color rojo! Conserva perennemente el recuerdo de los sacrificios que hicieron los libertadores de la Patria; de José Miguel Carrera, primer actor de la revolución chilena; de Manuel Rodríguez, astuto guerrillero quien adoptando curiosos disfraces logró burlar la vigilancia de las tropas realistas para sonsacar informaciones y organizar montoneras; de Bernardo O'Higgins, el intrépido defensor de Rancagua y vencedor en Chacabuco; y una larga lista de soldados valientes cuyos nombres la historia ignora.
Pero más que nada el color rojo nos recuerda la muerte de Jesús y la sangre que Él derramó cuando dio su vida por nosotros en la cruz. Nos recuerda como Él, solo, sin tener quien le acompañara, soportó las burlas y los azotes, y después llevó en sus propios hombros la cruz en la que debía ser enclavado.
El rojo trae siempre a nuestra mente las palabras de la Biblia donde dice: La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.
De las nieves cordilleranas nos habla el color blanco. Siempre que veamos la bandera, ya en el colegio, ya en algún retén de carabineros, o en algún edificio público, fijémonos bien en la franja blanca. A través de ella Dios nos habla, diciendo: "Venid luego, y estemos a cuenta; si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos."
La estrella nos lleva al último capítulo de la Biblia donde Jesús dice a los suyos: "¡He aquí, vengo pronto! Yo soy la estrella resplandeciente de la mañana." Así como la bandera tiene una sola estrella, el verdadero creyente tiene una sola esperanza que es la esperanza muy segura que Jesús viene otra vez. ¿Acaso Usted lo espera para irse con Él? A todos los que confían en Él, Jesús les hace la promesa siguiente: "Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis."
Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Isaías 1:18